Porque de toda la gente que había en aquel patío, decidiste venir a hablar conmigo.
Porque de toda aquella sala, sabias que yo sería tu mirada cómplice.
Porque de todas los nombres ridículos que me podían llamar, solo tu me podias llamar así.
Porque supiste ser en cada momento lo que necesitaba, un amigo, un enemigo, un confidente, un complice, un catequista, un desconocido, un gran conocido; simplemente gracias.

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