
Y entonces los dos comprendieron que ella, estaría ahí siempre.
Para cuidarlo cada vez que se cayera, para coser cada cicatriz que él tuviera.
Para sacudir el polvo de cada caída, para lavar las manos de tantas heridas.
Para cuidarlo, para abrazarlo.
Pero siempre, y al fin y al cabo, para amarlo.
Comentarios
Publicar un comentario