TESTIMONIO DE VIDA DE DANI.
“Daniel tiene una sonrisa preciosísima”
Miriam recibió la noticia de que su hijo Daniel llegaría con labio leporino como
un jarro de agua fría. “Nunca creí que algo así podría pasarme a mí”,
–explica–,
“y menos aún con dos mellizos anteriores que están sanos y felices”. Aunque el
aborto era una opción, fue la fe la que le ayudó a comprender que Dios deseaba
el nacimiento de Daniel aún más que ella, puesto que este hijo no estaba en sus
planes. Asimilar y aceptar que llega un hijo así requiere tiempo, pero al no conocer
la gravedad de la malformación hasta el momento del parto, el embarazo
transcurrió tranquilo. A la hora del nacimiento, se constató que Daniel tenía todo
el paladar abierto, y que tendría que someterse a diversas cirugías porque la
anomalía era severa. La realidad es que, salvo por las cirugías, “Daniel ha sido
y es un niño buenísimo, duerme mucho, llora poco y cada vez tarda menos en
tomarse el biberón”, comenta Miriam feliz. “Si no perjudicara su salud, no le operaría.
Tiene una sonrisa preciosísima y es perfecto así”, asegura.
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